La hiperuricemia, una condición caracterizada por la acumulación excesiva de ácido úrico en el organismo, puede tener repercusiones significativas en la salud a largo plazo. Según datos de la Sociedad Española de Reumatología, alrededor del 2.4% de la población en España, aproximadamente 880.000 individuos, se ven afectados por esta situación.
El ácido úrico es un compuesto que se forma como resultado de la descomposición de las purinas, las cuales se encuentran tanto en el cuerpo humano como en ciertos alimentos y bebidas.
Cuando el cuerpo produce en exceso ácido úrico o no lo elimina eficientemente a través de la orina, pueden surgir complicaciones de salud, desde la gota hasta la insuficiencia renal. Además, esta acumulación se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y trastornos metabólicos a largo plazo.
Efectos del exceso de ácido úrico
Los síntomas de la hiperuricemia son notorios y se manifiestan a través de dolor agudo e hinchazón en las articulaciones, especialmente en las extremidades como dedos de las manos, rodillas, tobillos, talones y dedos de los pies. Estos síntomas no solo limitan la movilidad de las articulaciones afectadas, sino que, si no se abordan, pueden dar lugar a deformidades articulares con el tiempo.
En algunos casos, la hiperuricemia puede desencadenar la formación de cálculos renales, los cuales se caracterizan por intensos dolores en la región lumbar y dificultades al orinar. Estas complicaciones afectan la parte baja de la espalda y la función urinaria.
Reducir niveles de ácido úrico
La modificación de la dieta se presenta como una herramienta crucial para abordar de manera efectiva los niveles elevados de ácido úrico. El primer paso ineludible es excluir selectivamente alimentos ricos en purinas, los cuales son precursores del ácido úrico. Tomar decisiones informadas sobre la selección de alimentos juega un papel crítico en este proceso.
La hidratación adecuada también es fundamental, con un consumo regular de agua entre 1,5 y 2 litros al día. Esto estimula la función renal y facilita la eliminación de purinas responsables del aumento de ácido úrico a través de la orina. Además del agua, opciones como el té verde y el diente de león pueden contribuir al equilibrio metabólico.
La selección cuidadosa de proteínas es esencial, prefiriendo carnes magras como pollo, pavo y conejo, así como pescados blancos como lenguado y merluza. Las frutas cítricas, como naranjas, limones y pomelos, junto con variedades como cerezas, fresas, frambuesas, arándanos rojos, manzanas, uvas y plátanos, contribuyen significativamente a la reducción de los niveles de ácido úrico.
Se recomienda el consumo moderado de frutos secos crudos o tostados, lácteos bajos en grasa y una variedad de verduras como apio, coliflor, puerro y judías verdes para contribuir al proceso de regulación. La elección de lácteos, como leche desnatada, yogures bajos en grasa y quesos sin contenido graso, junto con el uso de aceites saludables como el aceite de oliva y aceites de semillas, también es crucial. Las semillas ecológicas, como las de lino, alfalfa y cebada, junto con opciones como la linaza, chía y cola de caballo, contienen componentes como proteínas, fósforo y magnesio que contribuyen a la causa.
Es crucial recordar que cada individuo tiene necesidades dietéticas únicas, y se aconseja consultar con profesionales de la salud o dietistas antes de realizar cambios drásticos en la alimentación. La gestión adecuada de los niveles de ácido úrico, a través de la elección consciente de alimentos y un enfoque nutricional informado, puede contribuir significativamente a la búsqueda de un bienestar sostenible y una salud cardiovascular óptima.